sábado, 21 de enero de 2012

132 latidos y un trebol de cuatro hojas -II y última parte-

El alma de Berenice despertó a la vida con un espíritu delirante por el más allá de la libertad.

Lo cotidiano era necesario, con todas sus “normas” y “disciplinas”, incluyendo a las personas que hacían que todo se cumpliera.Se ahondaba en una búsqueda silenciosa y estratégica, buscando como sería todo con indisciplina y desorden. Estos extremos le clarificaban los matices. Y sin medias tintas se configuraba así misma segura y tenaz. Su aliento a la vida exhalaba dos herramientas, las pocas palabras y la evasión. Jamás se justificaba sobre nada, y lo que tenía que decir había que interpretarlo en sus pinturas o en sus cuentos extravagantes e impúdicos.

Berenice creció…

Y en los tiempos en que sus hormonas le gritaban pasiones ella preparó su escape. Una tarde cuando el “unimog” del ejército fue a recoger los desechos de alimentos, subió al baúl de un auto que la sacaría del cobre, con la suerte de sufrir un accidente que le dejo tendida al costado de una ruta. Malherida y sin gravedad. Esto la ausento el tiempo suficiente como para explorar otras libertades. Salio una madrugada de su casa materna con algunas mudas de ropa, y en ómnibus viajo 140 Km. hasta llegar a la casa de su padre, a quien no veía hacia casi cuatro años. Tenía catorce años.El encuentro fue alegre y festivo. Tanto que su padre encontró suficientes razones para emborracharse de nuevo. Y Berenice encontró las suyas, ser libre.El mundo estaba en sus manos, pero el lenguaje de lo trascendente ya no le impartía esa pedagogía tan certera y segura.De sus fueros más íntimos una loba instintiva y feroz, astuta como una serpiente le comunicaba en sus silencios, desafiar a la noche, deseando masticar a la luna hasta hacerla desangrar de iniquidad.

La noche del debut.

Con cinco amigos a y toda velocidad por una carretera, ebrios de luces vibrantes y música de rock. El auto corría rompiendo el viento de la noche. Adentro las canciones cantadas a gritos, rompían el silencio helado mezcla con humo a tabaco y alcohol.Berenice dormitaba evadiéndose de la locura. De pronto un hilo helado le taladro la columna. El auto giro hacia una carretera de tierra. Afuera la noche escondió su cielo. Berenice entendió un final, un desenlace de tragedia. Y se dispuso a vivirlo con paz. La sacaron del auto, sus amigas reían histéricas mientras sus amigos la levantaron encima de la capota. No tenía sentido luchar, estaba perdida y helada de frío, sus ropas se esparcían en la oscuridad. Sus pechos eran tocados, chupados y fregados, eran demasiadas manos para detenerlas a todas. Sintió el desgarrante dolor de una, dos, tres, innumerables e interminables penetraciones en su vagina sangrando. Y con un grito de dolor, experimento la más increíble trascendencia del terror. Su espíritu se elevo por encima de si misma, saliendo de ella. Se des materializo y pudo ver desde muy alto lo que sucedía. Su cuerpo estaba volcado hacia un lado de la capota, quemado por cigarrillos, desnudo y sucio. Inmediatamente su mente des dramatizo el terror. Disponiéndose a recuperar el sentido de la unicidad. Se compadeció de sus amigos y de si misma. Se vistió como pudo y camino largo tiempo volviendo a sus silencios, contemplando de tarde en tarde, aquellos inolvidables atardeceres. Esa historia es parte de su vida y es sencillamente historia. Muchos años después comprendió cuanto se había expandido en el espíritu y como el mismo, templo su alma. Esparciéndose en partículas de libertad, parar volver a reunirla en una única esencia; El amor. Y así amor-libertad son una unidad. Unidad que vuelve siempre a ser vital y tenaz para sobrellevar el dolor de su humanidad.

Cristina

viernes, 20 de enero de 2012

El escenario del silencio…



Debajo de la mesa de altar. Aquietada en una paz inexplicable, el
corazón de Berenice desentraño las más extraordinarias experiencias.
Venidas desde su mas profundo anhelo de ser amada, incursionaba en su interior, hasta
ver una secuencia de luz que le descendía desde arriba de su cabeza. La envolvía
suavemente y se descubría en una tibieza sobrenatural.

El profundo silencio de su interior comenzó a tener un lenguaje, tan
natural y amistoso, que deseaba no apartarse de el en ningún momento. Lo que la
llevo a una constante contemplación.La pequeña trascendía lo cotidiano de una manera natural.Desde muy dentro, desde sus propias profundidades ella se descubría
amada y única. Se experimentaba integrada y unificada a todo lo creado. La
experiencia de esta unicidad le descubría comprendiendo más allá de lo
comprensible, viendo y escuchando más allá de lo perceptible.

Ante una duda, el miedo, o una falta, se sostenía con la mas absoluta certeza
que la respuesta de consuelo estaba en la mirada sostenida de alguna persona
que ella “intuía” venia en nombre de Dios a darle una respuesta haciéndole sentir
una fuerza que la llenaba de un valor inexplicable. La paz interior que la
hacía vibrar, era la respuesta mas acabada de que “todo estaba bien”, de que
solo debía “confiar amar y esperar”. Esto la hacia sonreír frecuentemente. La hacía más exquisita y de alguna manera más especial. Sin dejar de ser
una pillo callejero, astuto y valiente. Resguardando celosamente su escondite
secreto.

Creció Berenice, viviendo las más extraordinarias situaciones de amor invisible.
Y lo hizo con la naturalidad que tiene los niños para amar. Solo que ella no
era consiente de que por sentirse abandonada su anhelo de amor trascendente, había
llegado a tanto. Configurando su espíritu humano en una herramienta tan
poderosa para su vida futura.

Cristina

jueves, 19 de enero de 2012

132 latidos en un cobre -1ra parte-

Vestían iguales pollera tableada azul marino, camisa blanca, medias y
zapatos negros y un gran moño azul adornaba el cabello levantado en “colas de
caballo”.



132 latidos guardados en un gran cofre.

Construido en tierra Argentina,
en una provincia fronteriza de tierra colorada, frondosa y bella en paisajes.El cofre…un colegio europeo donde las niñas internas, hijas de militares
eran custodiadas con la vida de soldados del ejercito.Fueron los tiempos de la guerrilla. Venían de todo el país, muy pocas
traían el terror en los ojos, solo algunas habían vivido el horror de quedarse
sin familia, por una bomba que hizo estallar sus vínculos destrozando hasta el
recuerdo de algún objeto familiar.

Berenice y su hermana eran la excepción. Estaban ahí por otra razón. La
disposición de un juez. Ellas debían ser cuidadas y educadas lejos del horror
del alcoholismo de un padre violento y de una madre periodista que tenía que
trabajar en paz. Lejos de la violencia familiar sosteniendo una actitud neutral
y pacifica en todo su ámbito laboral.

Berenice tenía seis años y su hermana apenas un año menos.Aprendieron rápido las normas y reglas del colegio, los horarios, las
tareas personales y las comunitarias.Berenice aprendió mejor y lo hizo solo para romperlas con astucia y
destreza de pillo callejero. Ademas tenía otros talentos, escribir cuentos, pintar sobre tela, tejer, bordar y era exquisita en sus modales. Y por encima de todo, amaba el silencio.

El escondite secreto en un escenario muy particular.

Una tarde de frío invierno, le dieron el mejor castigo comunitario por
incumplimiento de los mismos; Cambiar el agua de los jarrones de la capilla del
colegio.De hecho el agua nauseabunda no le afecto para nada el olfato.Ella puso a consideración otras cosas.La belleza de los iconos, (No había esculturas) Especialmente la
imponente y dulce imagen de Nuestra Sra. Del Perpetuo Socorro, desplegada sobre
un paño de terciopelo rojo, el mantel bordado maravillosamente con hilos de
plata y oro, que tocaban con suavidad el plesbiterio del altar. En el centro de
la mesa (del altar) una replica de la catedral de Ucrania, hecha en fundición, revestida
en plata. Adentro estaban las Sagradas Formas Eucarísticas. Y por último en un ángulo
una caja de vidrio cubría la
Santa Biblia abierta en la página de la lectura del día.El impacto que le causo no dejaba, de hacerla suspirar.El lugar era extraordinario, diáfano, suave, había tanta paz.

Así aquieto tanto sus emociones que se quedó sentada en “loto” a los
pies del altar y se durmió arrullada en el silencio.Cuando la encontraron ante las preguntas ella contesto: “Rezaba y me
dormí”.Su acto fallido: la habían descubierto. Pero ese era “su lugar”. Al día siguiente, entro a la capilla hizo una reverencia, levanto el
mantel y se metió bajo la mesa.El espacio breve y cálido cubierto por el enorme mantel hicieron que el psicoanálisis
dedujera (muchos años después) que había encontrado en ese lugar, volver las veces que quisiera “al
tibio útero de su gestación”. ¡Que placer!!

Cristina

miércoles, 18 de enero de 2012

Inesperadamente, la alegría feliz.



“mañana tengo que ir”. “Será muy importante para mi futuro”. “Todo me ira bien”!!
Se daba cuenta que toda su vida es como un campo de guerra y habrá muchas batallas.
Pero la que ella libra consigo misma, es la más cruel. Paradójicamente la crueldad con ella misma tiene que ver solamente con amarse. Reivindicar su propia dignidad.
Cuando terminó de cruzar la Plaza, miró hacia atrás y sonrió, unos niños jugaban alegres y ella no los advirtió. Volvió, se sentó en un banco y comenzó a sonreír de sus travesuras. Ella también había sido una niña, solo que se había olvidado por completos de aquellos tiempos.
Los veranos en el campo de su abuela, que compartía con sus primos.
Las siestas en el arroyo, pescando con una red de medias viejas.
Se acordó de Lucero un ternero que fue su más inolvidable regalo de cumpleaños. Lo cuidaba y vigilaba cada día, teniendo como compañía inseparable a Felipe un ganso guacho al que crío, dándole cada mañana pan mojado con leche. Felipe le dio una numerosa familia.
Con ellos, cada tardecita corría carrera hasta un árbol de naranjo. Cuando llegaba, se acostaba en el pasto con los brazos abiertos, y los gansos con graznidos alborotados se le subían encima, luego se sentaba los traía a su regazo y los imitaba con gritos roncos. Sonreía con esos recuerdos. En su vida, había vivido momentos maravillosos.
Traer al presente ese retazo de su infancia le alegró. Se levantó y mirando el colorido de las flores. Se volvió a repetir. ¡“Todo me irá bien”!

Cristina

martes, 17 de enero de 2012

Silencio, reinterpretar el presente


Como subir a escena sin palabras. Volviendo de nuevo a “ser” siendo otra.
Es tan inmenso el cambio. Que no alcanzan las palabras para explicar.
Lo más importante es escuchar. Aprender de nuevo, de cada cosa, de cada persona.

El silencio le ayuda a reflexionar a generar un espacio de objetividad. La sitúa ante todo en el lugar del otro. Es parte de todo y de todos. Su personaje está. Ama, comparte y actúa. Pero no tiene libreto. Tiene mucho para dar, pero lo que tiene, no es más importante.

Comparte todo, sin esperar nada a cambio. Sin invadir.
Situarse no es importante, es estar.
Del dolor aprende cada día, a nacer y morir para volver a nacer al despertar de cada día.

Piensa frecuentemente; ¡que difícil es el lenguaje de las simples actitudes! Esas que no traen tantas palabras, sino hechos concretos. Hechos, que regalan sonrisas y gratitud. Hechos que dejan paz y plenitud… Media vida le costo comprender.

Ahora le duele al extremo su humanidad. De nuevo el dolor la desafía a seguir.
El escenario, la escenografía y los personajes de su vida, tienen el brillo de una renovada esperanza. Sus pensamientos, sus sentimientos y su voluntad, son una unidad integra en si misma. Piensa con discreción: “fragilidad en la templanza”. Así sale a escena a desentrañar una nueva historia.

Cristina

lunes, 16 de enero de 2012

Los personajes del dolor


El padre alcohólico. Jamás dejará de amarlo, aunque dejo marcada su vida para siempre.

La madre ausente. No la comprendió hasta ser casi un adulto, y lo hizo cuando tuvo que salir a trabajar para mantener sola a sus hijos. Educarlos con el ejemplo y sobrellevar la soledad.

El esposo violento. Escondía una bestia brutal e inesperada. Su locura desencadenó en ella, la peor de las crisis afectivas. El día que le pidió que se fuera ya estaba enferma, habían nacido y fallecidos hijos. Deseaba con toda su alma salir del infierno.

El hombre que deseo amar, intento violar a su hija pequeña.

Ninguno de sus tres hijos, serán una garantía de personas realizadas. Lo que ella pudo dar y ser no alcanzará jamás. El dolor había abierto heridas en sus almas. Y ya no es su vida, sino la de ellos. Como ella, estos personajes tendrán que recapitular, para aprender lo más difícil. Ser feliz.

Cristina

domingo, 15 de enero de 2012

TOCANDO FONDO

Venía viviendo la vida protagonizando un papel de tragedia total.



Se detuvo el día que se le secaron los ojos de tanto llorar.
Encendió un cigarrillo, se sentó desplomándose exhaló la seca, miró al cielo pensando, No es “porqué”, es “para que”. A partir de allí el sentido de los acontecimientos vividos comenzó a cambiar.
Había tocado fondo. Se dio un empujón hacia arriba y subió casi volando. Traía otras respuestas, otros sentimientos y hasta se podría decir que era otra. Se descentro.
Buscar tantas respuestas, tantas razones y tantas explicaciones donde ya no las había o donde solo quedaba retazos de recuerdos, era perderse en sí misma.
El presente le gritaba otra cosa, y había que hacerse cargo. Había que dar respuesta inmediata a lo aprendido. La lección había terminado. Era momento de mejorar el personaje. Subir a escena con otro maquillaje. Y sin dejar de ser ella misma, le tocaba ser, el ser desafiante consigo misma.
El libreto tenía suficientes razones para cambiar su propio destino. Todos los finales eran buenos. Había que ponerle coraje hasta terminarlo y como se trataba de su propia vida valía la pena.
Ese “clic”, esa meta Noia es hasta hoy un misterio.
Me gusta su protagónico y todos los personajes que la rodean y que desentrañan una historia cada día. Me gusta.
Disfruto mucho de los excitantes y misteriosos desenlaces. Me conmueven y fortalecen.
Me gusta quedarme pensando… que los porqués son el para que de una pedagogía bien aprendida.

Cristina