domingo, 26 de febrero de 2012

Cena de negocios y… mariposas en la panza


El teléfono sonó de nuevo…Berenice atendió y solo
se quedo escuchando…
Era un pedido del conserje, mensaje de su madre: Señoritas
deben estar listas para las 21 h. en el hall central, su madre las estará
esperando, saldrán a cenar. Su hermana le dijo a Berenice: hermana… mama no
dijo como debemos ir vestidas???
Berenice movió la cabeza haciendo una negación,le contestó, tú vístete como quieras, yo me pondré unos Jean.
Su hermana insistió: mira…si no lo consultamos, podemos arruinarlo todo!!!
Berenice sonriendo le respondió: Vaya novedad!!!
y riéndose a carcajadas su hermana tiro del bolso el Jean que al igual que Berenice, se iba a poner.
Es que así eran las cosas. Vestían siempre igual, pero de distinto color.
Bajaron al Hall central puntualmente y en silencio, su madre no hizo ningún comentario sobre el atuendo de las jovencitas. Cosa que las tranquilizo.
En el auto su hermana le pregunto: donde vamos? su madre le contestó: a casa de unos amigos a cenar.

Mariposas en la panza

Llegaron puntuales. El lugar tenía poca luz, era el
acceso de vehículos y en el mismo lugar estaba dispuesta una mesa bien servida
a la americana. Berenice y su hermana caminaban juntas y detrás de su madre.
Les recibieron una pareja de adultos muy amables, luego se acercaron tres jóvenes:
dos varones y una chica que las saludaron muy amenos y cordiales.
Berenice al acercarse al joven mas alto, levanto la vista y se encontró en la mirada más fascinante que haya visto, se veía y se sentía en
un laberinto se sentimientos y sensaciones que por primera vez la sacudían,
haciéndola sentir en el mismísimo ojo de un huracán.
El joven, le sonrió y en su sonrisa quedo atrapada en sus risas.
Berenice se preguntaba que le sucedía.
Sintió como en su estomago una multitud de mariposas le hacían cosquillas.
Quedo estática y solemne para no equivocarse, ni cometer algún error.
Su hermana, le dio un suave codazo y le dijo: Vamos…tenemos que pasar a la sala.
Berenice fue a sentarse en un sofá alejada y distante.
Se escudriñaba buscando sostener y equilibrar la locura del desorden que le había causado semejante encuentro.
Mientras los jóvenes reían buscando discos para poner música,
Berenice observaba el lugar sencillo, poco iluminado y con muebles de mal
gusto. Las paredes estaban descascarando viejas pinturas y los mosaicos del
piso tenían remiendos de otra variedad.
Buscaba algo que le ayudara a armonizarse pero el lugar tenía un ambiente totalmente opuesto.
Por un momento se sintió confundida y cuando ya estaba llegando al fondo de la inquietud, volvió a encausarse en sus espacios de amor-libertad. Y comprender que lo que le sucedía no era motivo de terror.
Todo estuvo bien, hasta que el joven se sentó en el posabrazos del sillón y acercando su rostro muy cerca del suyo, mirándola a los ojos le pregunto su nombre, cosa que Berenice por estar toda desarmonizada de nuevo, apenas pudo contestar…Y el sonriéndose del rubor tan expuesto le dijo: Yo me llamo Emmanuel y mientras el iba
hablando, el corazón de Berenice se rendía ante la magia de un
sentimiento nuevo y fascinante. Muchos años después quebrada de llanto y dolor supo
que eso era el amor.

Cristina

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